lunes, 2 de junio de 2008

Las manos

No entiendo nada. La gente me mira raro por la calle. Yo soy la misma, pero parece que no quieren aceptarlo. Como ahora, como ese jovenzuelo del asiento de enfrente que se ha quedado pensativo mirándome las manos. Él no se ha dado cuenta de que yo me he dado cuenta que él se ha quedado 4 paradas fijándose en mis manos, comparándolas con mis zapatos, mi vestido y mi cara. Mis manos que he tenido toda mi vida. Cuando se baja, las vuelvo a mirar para ver si descubro algo extraordinario, pero yo no veo nada raro. Parecía simpático, si lo volviera a ver le preguntaría qué le interesó tanto. Era como si nunca hubiera visto unas manos como las mías. ¿En qué estará pensando ahora? Sé que un poco le gustaron, aunque también le dieron como miedo, como vértigo. Mis simples manos. Se fue como pensando en sus problemas por mi culpa. Me gustaría hablar con él para saber en qué pensaba, y decirle que esas son mis manos de siempre, que no son más que eso, unas manos. No me acuerdo cuando empezó todo esto. Supongo que sería poco a poco, y que al principio no me daría ni cuenta. Pero ahora sucede cada vez que salgo a la calle, y peor aún, ya lo noto en mi propia casa, en mi familia. Ni siquiera me escuchan, pero cuando hago las croquetas de toda la vida, bien que se ponen contentos. Porque yo soy la misma; vale que no esté como antes, y que ya no pueda hacer ciertas cosas, pero no sé por qué tienen que mirarme así. En cuanto ven mis arrugas, es como si me prohibieran hacer nada, sentir nada. A mi edad que no te dejan ni enamorarte en el metro, como he hecho toda mi vida.

2 comentarios:

piradaperdida dijo...

maravilloso :)

Anónimo dijo...

Seni mi manchi ogni tanto
Guille.