lunes, 31 de marzo de 2008

Un barco en Madrid

La Calle Barco quiso zarpar de una plaza donde, en vez de olas, se escucha el murmullo de los botellones exiliados. Una plaza con regusto a Venecia en las costas de Malasaña (vaya usted a saber por qué). Ése es el puerto de la única calle de Madrid con aspiraciones oceánicas.

Calle Barco es una goleta de madera, de esas de una época. Siempre atracada en pleno centro, sólo puede verse de noche, porque son las farolas las que marcan precisas la curva del casco. En los camarotes de las primeras plantas cuelgan las enrededaderas y las macetas sonrientes. De ahí se escapan viejas canciones portuarias, venidas de todos los mares. Y los piratas de fin de semana se marean por culpa de un ron de garrafón y vomitan en cubierta, y los grumetes mean aliviados sin contar con la acción del viento.

En Barco, de proa a popa: un Restaurante ecuatoriano, Café el torero, frente a Moda regalos y Hostal Mozart, al lado de Hnos. Conejero reformas en general, que comparte pared con Bar García. Máquinas de punto, junto a Lavandería autoservicio Alba, Panadería y lácteos, Bar and Company, que está en frente de Talleres Céspedes, un Sex- Shop, y en el camarote del Capitán, Peluquería Zarana y una Clínica dental. Es decir, todo lo necesario para una navegación alegre, una felicidad de andar por casa.

Sin embargo, la goleta naufraga a unos metros de la gloria de Gran Vía. Barco no aguanta la tormenta, y la madera cruje entre las olas concéntricas de las cucharas donde se cuecen el crack y la heroína. La tripulación se resigna al naufragio antes de partir, a vivir sin rumbo en la única goleta que ni siquiera llegó a ver el mar.

Y ahí está este Barco, encallado en medio de Castilla. A pesar de su fortuna esquiva, si pasas por la esquina de su proa, un mascarón te enseñará sus pechos, presumirá de labios, igual que esas esculturas de bronce que surcan el océano. Tú seguirás de largo, con el paso y el aliento entrecortado. En cambio ella acepta su destino travestido, el naufragio al iniciar la travesía, cuando el viento la condujo a la calle Desengaño.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada es casualidad... me encantó navegar contigo sobre ese barco, empujado por los vientos del amor, los tuyos y los míos. Ahora,cuando sube la marea, me apetece más que nunca surcar los mares. Abrazo fuerte compañero!

Anónimo dijo...

¡Que vivan los piratas y no falten los mares!

Y que quien quiera encuentre el camino a Lavapies, ahi donde casi casi se cruzan la calle de la Fe (fé en una misma...) y de la Esperanza (en el futuro).

Garrapata ;-)

¿Se acabó ya el Ron?

Anónimo dijo...

Una buena mezcla de conocimientos marineros... desde aquellos virajes y ceñidas a bordo del "Cascarón"... hasta la reciente singladura de un año en aquel camarote - húmedo y cálido a la vez - en este Barco....
...a ver cuando lo paseamos otra noche...
abrazos, ch.

PD.: si Chela hubiera leído ayer tu blog - antes de despedirse para siempre - te habría consultado sobre alguna bodega de las que citas, que seguro visitó en el pasado...

Anónimo dijo...

¡¡¡que bien que haya barcos en madrid!!!!!
y aunque estén varados, que bueno que haya quien los reconozca...
te seguimos de lejos.