lunes, 24 de noviembre de 2008

Pekín, guantes y bufandas

En Pekín, hace tanto frío que los árboles se han quedado sin hojas de tanto tiritar. Los barrenderos las recogen con esmero envueltos en guantes y bufandas, y las calles se han llenado de gorritos y cazadoras que cruzan semáforos y conducen bicicletas.

Pekín es una ciudad ruda y cruel, empezando por su clima. En estos días en los que nos levantamos a varios grados bajo cero, uno es consciente de la geografía donde vive. Al norte, muy al norte. En una región seca como pocas (nadie se acuerda de cuando fue la última vez que llovió). Y donde soplan unos vientos que nos recuerdan la cercanía del desierto. Pekín es frío o calor, sin término medio. Y ahora toca el frío.

Por eso la ciudad ha ido transformando su fisonomía de forma natural. El color carne, el rosa humano, ha desaparecido de la vida pública. Ahora las narices (cuando no están cubiertas) se han vuelto rojas. Las mujeres esconden su sensualidad entre un montón de ropas, como si caminaran con la cama y sus colchas a cuestas. Por eso uno ya no busca curvas ni siluetas (no existen), sino una mirada cómplice, un guiño. Y el arte del coqueteo se practica al llegar al trabajo o a clase, cuando hay que quitarse el gorro y atusarse el pelo, posar la bufanda y dejar los guantes sobre la mesa (a estas temperaturas esto se considera un striptease en toda regla).

En medio de tanto frío, uno busca el calor como puede. Algunos tocan la guitarra para calentar sus dedos, mientras las madres colocan las ropas en el radiador para calentar a sus hijos recién salidos de la ducha. Las cantinas de la Universidad se han convertido casi en un refugio de montaña, donde hasta los gritos calientan el alma. El amor ahora se mide en la capacidad para hacer olvidar al otro que hace frío, y todos, casi en un ejercicio interior colectivo, intentamos que el frío sólo afecte a nuestro exterior. Por dentro, en el invierno de Pekín, todo arde.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

desde estas tierras cálidas las imágenes que cuentas nos hielan hasta las ideas...
espero que consigas calores (externos e internos) que alivien ese clima tan hostil...

...y siempre te queda la ilusión de volver a convivir en unos meses de los brotes de la sensualidad cuando se intuya la primavera..

un abrazo (obviamente caluroso), charles

José Solís dijo...

un caluroso abrazo de un anónimo lector que empatiza con tu narración.
Frio hará, pero arte no te falta.

Me recuerda un invierno en Soria, cuando comprendí que la buena poesía de Machado estaba favorecida por la adversidad climática.

Calor para tu alma sensible.

Jose