lunes, 11 de junio de 2007

Solo Silvia

Come mai io rido sempre? (¿Por qué yo río siempre?). Con esta frase Silvia saluda a los estudiantes de Psicología apenas atraviesan la puerta de su Facultad. Y tras un breve diálogo más o menos surrealista, donde surgen las preguntas más insospechadas, les despide con un buona giornata... (que tengas un buen día).

Silvia dice que no le gustan los militares, porque le tocan los pechos sin su permiso. Y asegura que se enamora todos los días, "también de las mujeres"; que le hacen daño los pies y que ningún médico quiere verla. Silvia explica su vida cuando le llaman al móvil -inesperado-, asegurando que "el centro está imposible", y que a ver si al menos hoy prepara una cena "buena de verdad".

Algunos estudiantes huyen ante el desconcierto de una mirada tan limpia, tan añil. Otros le responden de forma automática. Unos pocos disfrutan de unos minutos de conversación sincera. Al final, con Silvia sólo hablamos si no tenemos prisa, si nos pilla bien esa mañana. Un poco por curiosidad. Un poco por sentirnos mejor persona.

Pero si Silvia fuese ‘normal’ podríamos decir que es simpática.
Si no fuera tan rara, sería extrovertida.
Si no estuviera gorda, nos sonrojarían sus piropos.
Si no la llámasemos loca, veríamos que es espontánea, ocurrente.
Si viéramos más allá del fantasma de su enfermedad, nos daríamos cuenta de que es la más sincera.
Si no quisiéramos ayudarla, quizás disfrutaríamos de su compañía, y esa sería la mejor ayuda.
Si no la pusiéramos detrás de una etiqueta, comprobaríamos su generosidad.
Si no usáramos todos esos diagnósticos, categorías, siglas, eufemismos, a Silvia sólo la podríamos llamar por su nombre.
Si no metiéramos la vida en casillas, podríamos sentir que Silvia es lo más verdad que te puede pasar en Florencia. Y los días que no viene a la facultad empezaríamos a echarla de menos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

espero pasar dentro de unos días a decirle a Silvia mi "buona giornata"... y esperar su sonrisa...

abrazos, charles

piradaperdida dijo...

tierno y cruel como la vida misma... qué linda visión, senante