lunes, 4 de junio de 2007

Un mercado de ladrones y artistas


Cerca de la última estación de metro al norte de París, en la Porte de Clignancourt, ladrones y artistas han encontrado una guarida de fin de semana: el mercado de Saint Ouen. Durante varios siglos la capital francesa perdió en este lugar su nombre, con una de las murallas que marcaba la entrada y la salida del gran París y cientos de comerciantes que aprovechaban este tráfico para enriquecerse. Una vez más, la frontera se convertía en fuente de comercio e intercambio. Hoy, Saint Ouen todavía guarda algo de aquel espíritu fronterizo de compras y ventas aceleradas, regateos y encuentros ocasionales.

El primer contacto con el mercado es la típica sucesión de tiendas de pulseras, camisetas y relojes. Un poco más lejos, los puestos se vuelven más informales y los objetos se colocan desordenadamente por el suelo. Camiones enteros llegan, sueltan la mercancía y se van. No hay preguntas. No hay respuestas. El mercado de Saint Ouen es sin duda el mejor lugar para comprar lo que te han robado.

Pero este inmenso mercado de Saint Ouen, con distintas ramas y secciones, avenidas y calles microscópicas, esconde también uno de los lugares más preciados para buscadores de arte. Entre el mercado de Dauphine y el de antigüedades, los románticos y los artistas bucean entre las montañas de objetos inclasificables en su búsqueda de cuadros valiosos pero sin firma, publicaciones olvidadas y cámaras de fotos a las que hay que darles cuerda. Todos sueñan con encontrar un Picasso en la tienda de la esquina.


Al entrar al mercado de Dauphine, uno tiene la sensación de haber atravesado el umbral de uno de esos áticos desordenados por la inspiración. Los compradores se pasean aquí con aire interesante, algunos con gafas y gabardina, otros con un pincel en la mano. Nadie encontrará un mp3 ni una conexión a Internet; pero sí un vendedor tecleando en su máquina de escribir, antiguos anuncios de Renault y muebles sacados de un decorado del siglo XIX. El mercado de Saint Ouen es uno de los pocos lugares donde todavía se pueden ver boinas en París.

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