jueves, 5 de abril de 2007

El despiste de Santa Croce

En mitad de Florencia, Santa Croce. En medio del prodigio del cálculo, una isla de imperfección, pueblerina: una plaza de provincias. Quizás los edificios sí, pero el aria de Santa Croce, en el centro de Florencia, no tiene nada que ver con el Renacimiento. Como si tras haber conseguido la victoria de la norma, Florencia hubiese querido dejar, dejarse a sí misma, una prueba de sus orígenes de campagna. Como esos hombres "hechos a sí mismos", que en vez de su último negocio, siempre cuentan el día que llegaron desvalidos a la capital.

Santa Croce, sin armonía ni juego, mal terminada, simple, improvisada. Con las baldosas siempre medio rotas, cuando deja de llover forman un mosaico de reflejos aún más imperfectos. Destellos que al pasear por encima convierten las ventanas, los tejados, los cielos de Santa Croce en un espejismo cubista. Una explanada, y bancos sin diseño, donde sólo quedan bien abuelos tomando el sol.

Florencia, en el máximo de la soberbia, se ha permitido a sí misma el despiste de Santa Croce. Como si otra prueba más de su victoria, fuera permitir -dentro de sí misma- la existencia de aquello contra lo que luchó: una plaza a las buenas, a ver lo que sale; donde poner el bar de la esquina y la tienda de quinielas. Y ese error voluntario también señala la humanidad de su reglamento.

Aunque claro, luego siempre está la Iglesia. La Iglesia de Santa Croce, la inmaculada, la yerna perfecta, la de impecable belleza. Poniendo las cosas en su sitio, ordenando la plaza y el cielo. Recordándonos que estamos en Florencia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien, Alberto,veo que no pierdes el tiempo. Espero que sigas compartiendo esas radiografías que nos hacen viajar a los que no tenemos agallas para soltarnos los grilletes de Taganana. Un abrazo....neoprogre ;)

Anónimo dijo...

Observo las firmas de este Blog. Un nombre corto, pero con mayúsculas, como el que está orgulloso de esas cuatro letras que le definen como el apelativo con el que se dirigen a el sus amigos.
Un nombre y un apellido por otro lado. Pero con minúsculas.
Dos personas muy diferentes pero que se entienden en la distancia.
Encantado de compartir esto con vosotros
un abrazo desde Madrid
Carlos

Dani dijo...

Gracias, Carlos.

Un abrazo fuerte.

Unknown dijo...

creo que soy capaz de ser un asiduo de estas nuevas formas de comunicar...(que no deben susstituir, sino complementar las del cortado en la weyler...)y disfrutar algún día de visita guiada a la capilla Brancacci...

abrazos, charles