miércoles, 1 de abril de 2009

Descubriendo Pekín

Aunque llegar a China supone volver a la guardería, con el tiempo uno comienza a reconocerse en sus ciudades, a llenar cada esquina con una anécdota, a distinguir acentos.




Uno se levanta por la mañana y ya no se sorprende al salir al patio de su casa, ni le parece extraño ir a la universidad en bicicleta. Desayunas té, saludas a la vecina que vende flores en la acera de enfrente y cruzas la calle con los semáforos en rojo con la naturalidad de un local.




Uno se siente cómodo cuando le llaman por su nombre chino (incluso parece que suena mejor) y escucha la radio por las mañanas para estar al tanto de las nuevas canciones chinas.




Las luces de neón y los karaokes se han convertido en parte de tu vida (y ya no recuerdas un mundo en el que no lo fueran).




Ahora, cuando hay que empujar para subir al autobús, tú eres el primero.
Pekín toma forma.




Por suerte, cuando comienzas a comprenderlo todo, cuando crees ver la ciudad tal y como es, aparecen nuevos misterios. Pekín no se acaba nunca.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero qué bueno.


G.

Anónimo dijo...

magnífico desenfoque "in decrecendo"... como la propia ciudad a medida que la vives...

abrazos, ch