Justo debajo de mi casa hay una calle sin nombre. Al principio pensé que, aunque no hubiera placa al entrar, este callejón debía poseer como mínimo un par de caracteres chinos. Pero nadie parece tener respuesta a esta pregunta. Y, aunque muchos trabajan y viven en este pequeño callejón desde hace años, a nadie le ha parecido tan importante como para ponerle nombre.
La calle es estrecha, de unos cuatro metros de ancho, lo suficientemente grande como para que pasen tres bicicletas y dos viandantes al mismo tiempo. No necesita más. A su alrededor hay obras por todos lados, rascacielos que albergan oficinas de multinacionales y centros comerciales. Pero esta calle se mantiene alejada de las pretensiones de la nueva China, sin marcas de ropa, perfumes femeninos ni televisiones de plasma.
Aquí todas las niñas se recogen el pelo en dos coletas y visten de rosa, y los jóvenes se mueven en bicicleta por ella como si estuvieran en su pueblo. Por la noche los ancianos se juntan para jugar a las cartas o al ajedrez en cualquiera de sus esquinas, y un sofá abandonado hace de bar alternativo para los más rebeldes. La calle tiene tres billares al aire libre con bombillas improvisadas para jugar hasta las dos de la mañana; y durante el día las madres lavan la ropa mientras cotillean con la vecina las novedades del barrio. Al fondo del todo, con una luz violeta en espiral que no deja de girar, hay una peluquería, aunque algunos dicen que a determinadas horas de la noche se convierte en prostíbulo.
De buscarle un nombre a esta calle, debería estar relacionado con la gran variedad de comida que uno puede degustar a lo largo de sus escasos 100 metros. Justo a la entrada siempre está Xin Qiming, que con su gorro blanco y playeros de deporte cocina pinchos de carne en una especie de barbacoa. Un poco más allá una joven (aquí todo el mundo la llama xiaojie) sirve por tres yuanes platos de pasta con verduras y carnes, y una especie de tortita llena de especias picantes. En frente, la gente se sienta en sillas de plástico para comer pinchos hervidos; y a la derecha los niños hacen cola (sin mucho orden) frente a una panadería llena de dulces. En uno de estos restaurantes, con una cocina de dos metros cuadrados y sólo un cocinero, uno puede degustar más de doscientos platos. Una oferta de alta calidad y bajo precio que se repite en cada uno de los rincones ocultos de esta calle, y que de estar en los Campos Elíseos sería considerada como ejemplo de haute cuisine.
A pesar de ser una de las calles más chinas de Pekín, uno respira el aire internacional que le confiere un país tan grande como este. A lo largo de sus restaurantes y puestos de bebidas, uno se encuentra con acentos de Shanxi, Hubei, Sichuan o Hebei, y cada una de estas personas parece venir de un planeta distinto, de unas provincias alejadas cientos o miles de kilómetros de la capital. Y todos ellos, misteriosamente, han venido a parar a esta calle sin nombre.
De todas las personas que viven en este callejón, Wang Deshu se ha convertido en mi anfitrión. Su restaurante tiene el techo lleno de pósters comunistas de hace 40 años y junto a él casi siempre está su hija, que tiene dos años y todavía no va al colegio. Wang me ha pedido que, a partir de ahora, le llame Maestro Wang (Wang laoshi), porque entre comida y comida hace como que me enseña chino. Y, cuando le pregunto por el nombre de esta calle, Wang se encoge de hombros y esboza una sonrisa: “¿Qué te parece la calle del Maestro Wang?”.
lunes, 7 de abril de 2008
La calle sin nombre
Publicado por Dani en 15:12
Etiquetas: pekín, Wang laoshi
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3 comentarios:
¡Qué viaje!
¿Te da tiempo a digerir todo lo que estás viviendo?
Qué bueno poder acercarnos un poquito a China con todo su encanto y sus suciedades, que son parte del encanto, claro. La Condición Humana en todo su esplendor.
Saludos
Garrapata
Tu futuro dice que estas confuso, debes aferrarte mucho a tu familia ya que en las proximas viviras una trgica perdida dificil de superar, mi vicion decia que deveria advertirte de los proximos hechos, pero bueno es cosa tuya creerlo o no ,najafeerecané.
releyendo estas vivencias e intentando visionar a esas personas con la cercanía que tu nos transmites, lo mezclas con las noticias de estas semanas (...lo de antorcha o que Bush o Sarko no vayan a la inauguración de los Juegos.....) y uno no puede dejar de sorprenderse ante mundos tan diferentes..
¡... que pensarán de todo eso Xiaojie o Wang...!!!
abrazos, ch.
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