lunes, 14 de abril de 2008

El finde fuera

Pasar el finde fuera. Desde el jueves por la noche, viajar haciendo la maleta, metiendo lo imprescindible: cepillo, calzoncillos, otra camiseta. En la última media hora de oficina ya sólo pensar en el destino, y salir a las 3 como niños del colegio.

Un par de bocadillos. Dejar la ciudad en un desvío, que a eso de las 6 queda infinitamente atrás. Agua y pistachos en la tienda de la gasolinera. La mano haciendo olas de viento en la ventanilla, la meseta que cambia de color.

La llegada eufórica, con la música muy alta y unos estúpidos nervios al abrir la casa. Quizás meter los pies en el mar después de la cena, o dar una vuelta en la plaza, o subir hasta la colina, que no es nada, pero si está al lado… La curiosidad por otra almohada. Y la felicidad que huele a café, a tostadas con tomate y solecito en la terraza.

Y luego hacer algo, cualquier cosa. Cualquier cosa como volver a la cama y que se haga tardísimo. O ir a ese sitio tan especial que siempre dicen y nunca vamos. Pasear por fin, en vez de ir a alguna parte. Y confirmar la alegría de los acentos en los saludos del camarero, porque -ya que estamos- cenamos fuera. Y tomamos eso que sólo lo hacen aquí y está tan bueno.

Levantarse por segunda vez, como de siempre. Apurar la mañana. Hablar con los del pueblo, informarse concienzudamente sobre las antropológicas problemáticas locales. Y calcular la despedida. Con la tristeza de quitar la luz, el gas, cerrar las persianas de fuera, darle doble vuelta a las llaves. Ritualizar la salida. Contar los kilómetros que quedan. Las medias horas, si no hay atascos. Hablar del futuro. Cuando ya aparecen, por última vez en la semana, las estrellas encima del horizonte en movimiento.

Quedarse dormido sobre un hombro, una mano en la barriga hace de manta. Y despertarse con las primeras luces de las fábricas de la periferia. Bostezar llegando a un Madrid inmóvil, tan de domingo que intuye el lunes. Estirar las piernas, sorprenderse de estar en casa.

Pasar el finde fuera. Moverse, viajar. Viajar todo lo que nos dejan. Viajar, y que no importe dónde. Viajar, y que lo bueno sea hacerlo, y lo mejor con quien.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

resulta imposible no intentar soñar con ese lugar... ¿... la plaza será la de Baix en el poble..?..¿...el mar será en las rocas o en la cala...?...¿... el acento será de aquel argentino...?

en todo caso, alegría por que cuentes esos placeres... y pronto otros de sabores de fados... y de fromages... y de..¡.. disfruta champi...!!!

abrazos, ch

Anónimo dijo...

Nada mejor que encontrarse en los "otros sitios". Y nada más reconfortante que encontrarse en las "otras personas"...
un abrazo
Guille.