“Para leche cuatro, dos crema y un gordo” = Cuatro cafés con leche, dos napolitanas de crema (buque insignia del local) y un auténtico rascacielos en materia de bizcochos. Es el código La Mallorquina, recitado entre el tintineo incesante de platos y cubiertos. En una esquina de la Puerta del Sol, Madrid se ha detenido durante más de un siglo para el desayuno llegando tarde, el café de media mañana, la merienda interminable y llevar unos dulces a la cena de esta noche.
En La Mallorquina media docena de camareros, con su desdén medido, su sobriedad castellana. Con la pajarita torcida y el blanco de la chaqueta rígida que envejece al ritmo de sus dueños. “Para llevar en la otra barra”, donde los pasos de anudar las bandejas respetan una tradición pragmática e inviolable, aunque ahora la ejecuten chicas que nacieron en Varsovia o al otro lado del Atlántico. Y todo tiene una elegancia castiza, casi cutre, de tía-abuela recibiendo visita...
SALA OCUPADA, advierte el cartel colgado en la barandilla de la escalera. Arriba los camareros sortean las mesas, resignados y orgullosos. Y tras la cristalera, la ciudad está tan lejos. Por una vez Madrid anda despacio, y la tarde dura un cotilleo, y qué bien que nos vimos, esto hay que hacerlo más a menudo, y cómo se pasó de rápido (al ver que se encendieron las farolas), pues anda que no hablamos… Y se habla hasta que los problemas se desmigajan como el hojaldre, y la vida reposa como las cucharas en los platos.
Porque la merienda parece mejorar al hombre, devolviéndole un tiempo donde están prohibidos los relojes. En La Mallorquina las señoronas con abrigo de visón -de todo a cien- se vuelven tiernas mojando el bizcocho en chocolate. Nadie puede ser malo con el bigote lleno de espuma de café. El olor de la última bandeja de croissants aplasta la artificialidad de los perfumes, hace olvidar las hipotecas. Y los ejecutivos dejan atrás la prisa saboreando tartas rellenas del recuerdo de sus abuelas. Es la hora de la merienda. Nunca la burguesía fue tan entrañable.
lunes, 19 de noviembre de 2007
Tiempo de merienda
Publicado por alberto senante en 17:21
Etiquetas: madrid, mallorquina, merienda
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5 comentarios:
dan ganas de compartir sabores, olores y visiones con esos personajes - servidores y servidos.
A ver si una tarde puedes invita a un/a chino/a y nos lo cuentas...
abrazos, ch
pd.: el anterior copmentario demuestra que en esto "hay gente pa to..."
Jarber, creo que deberías intentar al escribir no dejarte llevar por tu estado de ánimo. Este escrito transpira nostalgia con regusto amargo... Hay que ser como los actores cracks, que se meten en su papel cada día sin influirles su vida real.
Un abrazo.
amiga censura,
de nombre desconocido pero redacción cercana. apunto el comentario, lo repienso pero no puedo estar más en desacuerdo...
estas visiones son un homenaje a lo que vemos, pero también son una propuesta de mirada.
por eso, es imposible que parte de nosotros se cuele en los textos. y de no de hacerlo, creo que estas visiones se quedarían en simples radiografías...anodinas.
pese a esto, el tema de la escritura como una actuación es interestantísimo. mi bibliografía básica en ese tema es Pessoa, que aparte de aplicárselo a él mismo escribió: "el poeta es un fingidor" (!)
amiga censura,
de nombre desconocido pero redacción cercana. apunto el comentario, lo repienso pero no puedo estar más en desacuerdo...
estas visiones son un homenaje a lo que vemos, pero también son una propuesta de mirada.
por eso, es imposible que parte de nosotros se cuele en los textos. y de no de hacerlo, creo que estas visiones se quedarían en simples radiografías...anodinas.
pese a esto, el tema de la escritura como una actuación es interestantísimo. mi bibliografía básica en ese tema es Pessoa, que aparte de aplicárselo a él mismo escribió: "el poeta es un fingidor" (!)
amiga censura,
de nombre desconocido pero redacción cercana. apunto el comentario, lo repienso pero no puedo estar más en desacuerdo...
estas visiones son un homenaje a lo que vemos, pero también son una propuesta de mirada.
por eso, es imposible que parte de nosotros se cuele en los textos. y de no de hacerlo, creo que estas visiones se quedarían en simples radiografías...anodinas.
pese a esto, el tema de la escritura como una actuación es interestantísimo. mi bibliografía básica en ese tema es Pessoa, que aparte de aplicárselo a él mismo escribió: "el poeta es un fingidor" (!)
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