domingo, 25 de febrero de 2007

DE FAROL

A última hora de la tarde, Florencia tenía la iluminación de un viejo teatro. Aunque tal vez sólo sea porque los teatros de medio mundo han querido parecerse a Florencia. Lo único seguro es que a última hora de la tarde, Florencia era un escenario. Todo con una intención, pensado para un público.

En las calles de Florencia, pasean durante el día los restos de una victoria. Una victoria ganada a pulso, en cada palmo de mármol, cornisa tras cornisa. Hasta levantar un muro. Un muro que separa el espacio del hombre del resto del Universo.

Sin embargo, antes de que se pueda decir que es de noche, Florencia parece retirarse de sí misma. Y ya sin focos, se vuelve humilde, pueblerina. Se quita su manto de orgullo, tan reconfortante, y vuelve a casa satisfecha. Como regresa un artesano de provincias después de una jornada de mercado.

Con las primeras luces sobre la cúpula, Florencia renueva su victoria. Con esa media sonrisa que tienen los viejos jugadores de cartas después de llevarse una mano. Nadie discute su victoria. Aunque queda saber si todo ese Renacimiento, esa proeza que dura hasta hoy... se ganó de farol. Un farol bien actuado, con grandes actores recitando, aunque ninguno se creyera su papel. (Ninguno creyera que el hombre estaba solo y la belleza cabía en un triángulo).

Al menos eso explicaría por qué hoy, a última hora de la tarde, Florencia tenía luz de teatro. Y me diera por comprobar en cada esquina si ese muro no fuese en realidad un decorado, y estuviera hecho de cartón piedra.

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